miércoles, 4 de abril de 2007

El perro de trapo


Ese muñeco de trapo que veis ahí es una auténtica reliquia. Lleva conmigo veintiocho años. Me lo hizo mi madre con un patrón de aquéllos que sacaba de las revistas de moda para niños.

Durante unos años disputó el liderazgo con un tal Pitirolo, un muñeco de extremidades larguísimas que recuerdo vagamente y que salió de casa un día que vinieron unos gitanos a pedir a la puerta con una niña de mi edad. Yo quería compartir mi abundante arsenal lúdico con ella, de modo que intenté regalarle una muñeca rubia con vestido azul, como la de la canción. Era una muñeca que me había traído mi padre cuando navegaba, y que daba volteretas ella sola. Me daba terror, porque era clavadita a todas las muñecas que salían en los reportajes sobre casas encantadas. Muñecas a las que se les encendían los ojos rojos cuando se quedaban a oscuras... Pero yo reconocía que, leche, aunque diera miedo, la muñeca era un puntazo para aquella nena despeinada, preciosa, de ojos negros enormes que ya le hacían chiribitas sólo de ver la muñeca. Pero mi madre, diplomática ella, pensó "a ver qué le digo al marido cuando llegue y pregunte dónde está la muñeca tan cara que le trajo de su último viaje... ¿que se la di a los gitanos?". De modo que me dijo: "Dale al Pitirolo". "Mamááááá, al Pitirolo noooooooooo..." Pues me quedé sin el Pitirolo, y la puñetera muñeca siguió aterrorizando mis noches durante años (jamás jugué con ella). Y la pobre gitanilla se fué con un muñeco que yo adoraba, sí, pero que era un muñeco cutre de trapo y felpa. Es como cuando le traigo un juguete a mi gata de una tienda pija de animales. No le hace ni caso. Pero, ah, le das una goma elástica o un gurruño de papel... y se pasa horas jugando. Por eso no me extraña ver a veces a los críos aburridos con unos juguetes de la releche. Vete tú a saber si no estarían más entretenidos con cualquier chorrada que los adultos ni siquiera recordamos que se puede usar como juguete... Qué felices son las almas sencillas cuando se les deja ser sencillas, y qué prosa más "repollo" me sale cuando me dejan suelta...

Volviendo al sujeto de la foto: Fui una niña muy mimada,lo cual suponía a finales de los setenta y en los primeros ochenta tener hasta unos cien muñecos (mi madre tenía una sola muñeca, gracias, y encima la tenía que compartir con su hermana más próxima en edad. Qué diferente tiene que haber sido su niñez ya sólo por eso, y cuánto tiene que haber apreciado esa única muñeca, que, encima, era de cartón y ni se podía mojar...), pero éste siempre fué EL muñeco. El que continuó durmiendo conmigo durante eras geológicas (porque tener, ya tengo quince añitos... en cada pata) y el que me valió sonadas rechiflas, porque la verdad es que, cuando uno coge la costumbre de dormir agarrado a la almohada, no pasa nada... pero como tengas la desdicha de dormir como un bebé agarrado a un perro de trapo cuando ya peinas canas... en fin... ¡Pero es que es lo más cómodo que hay en el mundo! Obviamente, ahora tengo un osito de peluche grande con el que dormir - y al que no le gustan precisamente los perros - pero cuando duermo sola y la gata no está de humor para que la sobe, sólo me queda él... (en cuanto al nombre, gracias, otros treinta años más de puteo no me apetecen, así que lo guardo en el más celoso y estricto "economato", como dice Gomaespuma)

Aquí podéis evaluar cómo lo han tratado veintiocho años y miles de remiendos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Voy a hacer memoria... porque a poco que me esfuerce me acuerdo del nombre del perrillo. No sabía que lo conservas todavía, pero amenazo con chivarme (del nombre, claro) Por cierto que soy yo la que te acompaña en la foto, pero al fondo hay una señora de la que tendría que hablar cualquier día en estas memorias. La pobre lo merece.

Anónimo dijo...

jajaja yo tambien tuve une muñeca que daba volteretas, no se si es la misma si me acuerdo bien se llamaba la "tipi volteretas" o algo así. Tienes alguna foto de esa muñeca ?