jueves, 3 de mayo de 2007

La moda en los setenta II

Lo que sí que me gustaba a mí en los 70 eran las minifaldas, en fin, es un decir, porque mi mami no me dejaba llevar ninguna que subiese dos dedos de la rodilla, pero, al igual que muchas de mis amigas, me la remangaba lo más que podía en cuanto que salía de casa, lo cual tenía el inconveniente de no poder lucir cintura. Cuanto más puritanas eran nuestras madres, más abultaba el falso michelín.
Yo por tener solo tenía una minifalda escocesa, y la tenía porque era del uniforme del coro del instituto y había que tenerla, y tenía que ser corta, que si no me hubiera tenido que conformar con una midi o maxi, que se decía así y por eso no le pongo comillas. Y claro, me la ponía un día sí y otro no. Me hubiera gustado tener unos pantalones todos modernos como los de las chicas de ABBA, que hacían furor entonces, pero no había pasta ni para vaqueros normales.
Para empeorar la situación de mi fondo de armario, que digo fondo porque es que se veía a base de no haber ropa para taparlo, mi tía Mari, por lo demás una bellísima persona, me hizo un par de modelitos. Antes de describirlos, y en su descargo, debo decir que mi tía es una excelente modista sin más defecto que el de utilizar demasiada fibra sintética. Eso no hubiera sido un problema en los años en que esas fibras eran las reinas, y además sus niñas llevaban unos vestidos lindísimos. Pero no sé por qué yo tenía la impresión de que mi tía me odiaba (por supuesto ella es completamente incapaz de odiar a nadie). Pero cuando me hacía a mí algo de ropa... Si era una falda, la falda tenía las mismas hechuras y dimensiones que si la hubiera hecho para una señora de 50 frondosita. Si era un conjunto o vestido... pasemos a la imagen, que ya se sabe que vale más que mil palabras.

He dibujado los dos modelos más gloriosos que me confeccionó. El de la corbata amarilla y gorro de cocinero no necesita comentarios. Solo decir que, al igual que el plisado con torerita, era de crep de dos centímetros de grueso. Con respecto a este último, se plisaba justo en el nacimiento del pecho, lo cual, dado el perímetro de los menos cien centímetros que yo lucía en mi adolescencia, me daba aspecto de gigantesco balón de playa. O me lo hubiera dado, caso de ponérmelo, que por supuesto no me lo puse. La torerita además tenía una anchura de hombros que ni el océano Atlántico. Pero gracias a los dos modelitos que jamás estrené, por supuesto, tuve que ponerme mi minifalda también los días de en medio. Con lo que me gustaba a mí la ropa de las chicas de ABBA...

1 comentario:

Mar dijo...

¡Ah! Aquellos modelitos de la tía Mary...pero calla, que mi madre también tenía ínfulas de modista y me hacía unos vestidos inenarrables: por supuesto, todos ellos largos e incómodos, y varios de ellos con aberturas, que para que no se abrieran y quedara bonito, tenían unos lazos que no me duraban ni veinte segundos... Esas madres que tienen complejo de tener niña repollo y no ven que la niña es marimacho perdido, no tienen perdón...