viernes, 9 de marzo de 2007

Mi última muñeca


Gracias a la página (en verdad extraordinaria) que nos ha recomendado Mar (“Te acuerdas?”) he encontrado una imagen de mi última muñeca. La verdad es que quise siempre conservarla, pero corrió la misma suerte que mi colección de muñecas de trapo de mis años universitarios: acabaron todas en manos de mis primas, todas más chicas que yo, a las que las regalaba en cuanto que una de ellas lo pedía, aunque fuera solo con la mirada (no eran unas aprovechadas, que conste).Y quería conservar mi última muñeca porque era la muñeca que había deseado, sin conseguirla, durante toda mi infancia. Si hubiera habido Barbies me habría vuelto loca con ellas, igual que mi hija, que tuvo la suerte de reunir cuarenta. Pero, año tras año, los reyes insistían en dejarme cada 6 de Enero una muñeca bebé. Ya lo he dicho. No me gustaban las muñecas bebé. Existe aún el mito de que las niñas jugamos con muñecas por el instinto de la maternidad. Falso. Las niñas, con las muñecas, jugamos simplemente a ser mayores, igual que los niños. ¿Que los niños no juegan con muñecas? Claro, es verdad, los playmobil y esos espantosas figuras de bichos de otra galaxia no son muñecos... Y, claro, siempre deseé una muñeca que pareciera una chica joven, que se pareciera a la chica joven que yo quería ser. Cuando aquello no vendían baterías de ropa para las muñecas. También me habría encantado. Creo que todas las niñas de aquella época hemos confeccionado, casi siempre con resultados desastrosos, algún vestidito para nuestra muñeca. Eso nos hacía aprender a coser, todo hay que decirlo. Al vestir a las muñecas jugábamos también a arreglarnos de mayores, algo así como lo que hacíamos también poniéndonos a escondidas las ropas de mamá y pintándonos ojos y labios en su ausencia. Pero esa muñeca llegó tarde. Con once años yo ya no jugaba con muñecas. Sí que me hizo ilusión, pero no llegué a disfrutarla como hubiera hecho simplemente un año antes.Además, me parecía preciosa. No me la hubieran podido dejar antes los reyes, que yo ya sabía que no eran los reyes. Fue el año en que se creó la Nancy. Llevaba un vestido rosa muy cursi que aún hoy recuerdo con todo detalle. Igual que sus ojos grandes y redondos y su melena rubia cobriza.

1 comentario:

Mar dijo...

Pues... ahora que lo dices... lleva el mismo peinado que tú en tus años mozos, y la cara... je je je... Diosss, mi madre tuvo una etapa Leia y mi prima, una etapa Nancy... el día que encuentre un icono muñequil/cinematográfico/etc con el que identifique mis pintas de los años de Maricastaña, me da miedo pensar qué o quién puede ser...(por suerte o por desgracia, las pintas que me ponía mi madre eran inimitables...me acuerdo particularmente de un vestido que me hizo con una tela que tenía el estampado de Altamira sobre fondo rojo...(¡¡¡qué dolorrrrrr para la vista!!!!)