martes, 20 de febrero de 2007

"La rarita"


Me resulta un poco extraño recordar mi primera comunión, ahora que estoy batallando a brazo partido con la curia para que me den la apostasía. Recuerdo que me hizo ilusión porque era un día en el que te sentías protagonista y te hacían más regalos que en un cumpleaños. La hice con ocho años, y debía de tener uso de razón porque empecé a tener ideas bastante izquierdistas ya entonces...(En catequesis me tenían como "la rarita" porque no le encontraba ni pies ni cabeza a las historias que nos contaban y hacía preguntas, cuando se suponía que tenías que ir a escuchar, tragártelo todo y callar)

Ahora lo veo raro porque las comuniones son como bodas, pero por entonces ni te dejaban escoger los recordatorios (fui la única de mi generación que no tuvo recordatorio con foto) ni el vestido (me lo hicieron mi tía Mary y mi madre según un patrón sosísimo que habían sacado de una revista, y con una tela rígida que picaba un huevo, y perdón por el exabrupto, PERO PICABA UN HUEVO), y sólo hubo cuatro niñas más conmigo en la celebración; mis tres amigas de siempre y una amiga del colegio.

Por mi comunión me regalaron mi primera cámara, una Kodak con la que hice mis primeros pinitos (la primera foto que tomé en mi vida fué de mi ojo...cogiendo la cámara al revés), un par de muñecas, un libro, el consabido álbum nacarado para poner las fotos de la comunión y un estuche de pinturas.

En la ceremonia llevé el copón, por lo cual me sentí orgullosa en su momento, y con la Hostia (no, esta vez no es un exabrupto) probé el vino por primera vez (aún ahora sigue sin gustarme). A la salida me cayó un capón por jugar a espadachines con la vela con otra compañera de comunión (parece ser que la dichosa vela tenía un vago significado místico y no se podía "profanar" jugando con ella).

La comida la hicimos en casa - hoy en día te miran mal si no celebras la comunión en un restaurante y por todo lo alto - y como no podía ser menos, me tiré Fanta de naranja en el vestido, por lo que me cambiaron y me empaquetaron el vestido de comunión de mi prima Tina, que era infinitamente más bonito (y era de raso, una delicia sobre la piel escocida del roce con el otro vestido), aunque también infinitamente más estrecho, porque mi prima hizo la comunión más pequeña y encima era más menuda que yo. El vestido no abrochaba, pero aún así me quise hacer la foto con él (el de la foto que he puesto es el mío original, el rígido-almidonado).

Tengo un buen recuerdo, ideologías aparte, porque fue un día bonito y vino gran parte de la familia, y porque me dejaron comer bistec con patatas fritas mientras los demás se ponían las botas con marisco, que a mí no me hacía mucha gracia entonces. Pero...a mi madre y a mi tía, lo de ese vestido...¡¡NO SE LO PERDONARÉ NUNCA!!

2 comentarios:

Meli dijo...

Yo me acuerdo muy bien de tu primera comunión, sobre todo porque nunca he comido tantas ostras en mi vida...
En cuanto a tu vestido, me parecías preciosa. Para vestido incómodo el mío, que estaba embarazada y me tuve que poner uno de los dos vestidos premamá de cartón piedra que la bienintencionada tía Mari, que todavía no conocía la bondad de las fibras naturales, me había enviado. Pasé un calor de muerte con aquel sudario. El segundo vestido no me lo llegué a estrenar siquiera, porque, aparte de igualmente tieso, grueso y rasposo, era de una estética indescriptible.

Mar dijo...

Recuerdo el vestido, hay fotos. Ya me parecía a mí raro que te pusieras un vestido plisado estando embarazada... Hablando de lo cual, ni Prénatal ni nada; hay que empezar cuanto antes una franquicia de ropa en condiciones para embarazadas. Tengo una amiga que optó por vestidos un par de tallas mayores que la suya y elásticos para poder vestirse como le gustaba, porque en las tiendas premamá sólo encontraba ropa tipo "pues el domingo, en el club de campo, supergenial, o sea". (No sé para qué me quejo si nunca he tenido que sufrir la ropa premamá...)
Por cierto, gracias por alinear mis textos, ¿en dónde está la opción para hacerlo en "nueva entrada"?